Comencé a guardar los besos y abrazos que se te caían al saludar
Había de todos los tipos: alegres, tristes, con ánimo y con etcétera.
Una vez encontré un abrazo tuyo en la alameda y unos besos en república.
Te busqué para devolvértelos, y como no te encontré, los dejé bien guardados en mi bolsito de melodías.
El bolso se llenó, está pesado y no quiero cargarlo más.
No importa, nunca lo sabrás.
No importa, nunca lo sabrás.