Aquel día supe lo que M. había hecho, no fue hasta ese entonces que mi forma de mirarlo cambió. Hizo lo más difícil y doloroso, el primer paso de un olvido. Nunca puse en duda que si le quedaba un poco de amor propio lo haría tarde o temprano.
Como siempre, en esa condiciones solo hay dos opciones: seguir como si nada pasara o moverse a un costado y decir "fue un gusto" asumiendo las consecuencias de la opción elegida. Cedió como otros que lo hacen en silencio.
Supongo que aprendió, de la peor forma, pero aprendió.